Una tarde que diluviaba, en el Buenos Aires del 43 Oscar quizo avisarle a su madre que no iba a llegar a comer. Destino, líneas cruzadas por el agua o vaya a saber qué, se comunicó con la casa de las Arosamena.
Tita, una de las seis hermanas, atendió el teléfono; evidentemente no era su madre. Charla va, charla viene, Oscar consultó si podía volver a llamar. Tita, consideró que aunque no era habitual la propuesta, tampoco tenía nada de malo.
Oscar volvió a llamar e invitó al cine a Tita y a una hermana que haría las veces de chaperona.
Las citas sucedieron, noviazgo emprendieron, luego se casaron...
La historia siempre me pareció de lo más romántica, nunca me canse de pedirle a mi abuela que me la contará.
Ni Tita, ni Oscar conocieron al Calvito; pero estoy segura que en algun lugar sonrien ante la coincidencia del amor en el teléfono.